Cuando te cambias de bolso te das cuenta de la gran cantidad de cosas que has ido dejando en él.
Entre lo que necesitas y lo que llevas por el famoso “por si” (por si acaso, por si acaso)…siempre va lleno. La de cosas que llegamos a guardar en su interior.
En el nuevo bolso decidí que esta vez sólo iba a colocar lo que realmente me era útil y os aseguro que me resultó muy difícil escoger. Lo cierto es que vuelve a pesarme una tonelada.
Aunque reconozco que lo que más me gusta de este proceso de cambio de bolso es que siempre te reencuentras con algo importante.
Guardado en una pequeña funda estaba mi viejo amuleto. Lleva media vida conmigo, me lo regaló mi abuela…es una simple bellota.
Posiblemente mi amuleto no es muy mágico pero cuando lo miro y lo toco me trae recuerdos felices y eso, simplemente eso, me hace sentir mejor. Por lo tanto, tiene sitio en mi nuevo bolso… por supuesto.